Democracia
Debate: el voto, las elecciones (lo que hoy pasa en Bolivia) no es la única forma de legitimidad del futuro gobierno
Momentos como el que hoy vivimos nos muestran la complejidad que se encuentra detrás de una palabra como democracia. El término proviene de la unión de dos palabras griegas: demos y kratos. La primera hace referencia al pueblo que participa en lo público, y la segunda hace mención al poder, no al poder como titularidad, sino al poder en tanto ejercicio y praxis. Literalmente podemos entender democracia como poder del pueblo, poder en el pueblo y poder sobre el pueblo.
En el primer caso (el poder del pueblo), nos referimos al poder como potencia que se produce por y en la cooperación de los seres humanos que de manera conjunta configuran al pueblo. En este caso, la individualidad se transforma por la presencia de la alteridad, es decir, por la presencia de los otros que transforma a los individuos en un “nos-otros”, pues el pueblo supone colectividad. Esto quiere decir que el sujeto pueblo se transforma constantemente por la interacción de los mismos seres humanos. El pueblo no es solo la suma de individualidades, sino es la transformación de esas individualidades por la presencia del otro. Como señalaba Spinoza, la potencia de un ser humano es solo potencia porque se multiplica por la potencia de otros seres humanos. Lo que diez personas pueden hacer por separado es mucho menos de lo que estas mismas diez personas puedan hacer juntas, cooperando. Y no solo el producto de su potencia es lo que se pone en juego, sino la misma subjetividad se transforma y potencia en la cooperación. Lo que Marx denominaba modo de producción no es otra cosa, desde una lectura spinoziana, que la potencia coordinada de los seres humanos. Potencia del pueblo o poder del pueblo es, entonces, lo que los seres humanos en conjunto y afectados por la presencia de la alteridad, hacen y construyen, no sin conflictos, porque esta cooperación está atravesada por relaciones económicas y de clase, relaciones de dominación coloniales y de género, entre otras. Es decir, esta unidad no supone una presencia pacífica, sino altamente conflictiva. ¿Qué es pueblo? Es una pregunta sin una respuesta final.
En el segundo caso (el poder en el pueblo) se tiene como condición al poder del pueblo. Es decir, la potencia de la cooperación se constituye en el dispositivo de constitución y transformación de todo tipo de gobierno. No es posible el gobierno como ejercicio de poder si la condición de éste se encuentra en el pueblo. Por ejemplo, el mismo pueblo que elige y legitima a sus gobernantes retiene también el poder de deslegitimarlos. El poder en el pueblo, entonces, es potencia de un gobierno futuro, pero el pueblo no es en sí mismo el gobierno, pues el pueblo, como lo decíamos antes, es el lugar del conflicto y el antagonismo, aunque también de la cooperación y la potencia, por ello el gobierno no podría perder su nexo y relación con el pueblo, pues es de éste que viene su condición de gobierno. Pero pensar el gobierno sobre el pueblo precisa reflexionar sobre el medio, el método de traducción y transformación del poder del pueblo, el poder en el pueblo, en el poder sobre el pueblo, que es el tercer caso de nuestra exposición.
El tercer caso, el poder sobre el pueblo, solo es posible por medio de la democracia, a partir del gobierno que crea y elige el pueblo. El pueblo es el productor de la potencia, el sujeto de la potencia y la fuerza misma del gobierno que constituye. No es posible ningún tipo de gobierno sobre el pueblo sin que el mismo lo haya producido, consentido y a la vez limitado. La democracia es, en consecuencia, el medio que posibilita el gobierno sobre el pueblo, cuya fuente y naturaleza descansa en el mismo pueblo. La democracia no es la posibilidad de un gobierno absoluto, sino de un gobierno limitado y controlado por el pueblo, esto no quiere decir que la democracia sea el gobierno, sino que la democracia es el medio de constitución del gobierno.
Por lo señalado, el término democracia no es un significante sencillo, el problema, como se ha podido ver, se encuentra en lo que entendemos por pueblo. El pueblo es en sí una pluralidad de sujetos antagónicos, depositarios del conflicto y de la política. Pueblo es el nombre de una querella discursiva que se realiza todo el tiempo sobre sí mismo, esta querella tiene momentos complejos en los cuales una parte puede pretender negar la existencia de esta diversidad que le es constitutiva. Y hoy lo podemos ver en expresiones de una parte de la población que quiere negar a otra parte la posibilidad de elegir a sus representantes, bajo la idea de que aquellos que sean elegidos no los representan, al punto de que quienes los elijan no sean tomados como parte del pueblo. Pero el gobierno precisa un pueblo y las elecciones son un dispositivo ficcional que pretende, en el acto de votación y representación, unificar una imagen de un pueblo, pero ni el gobierno elegido por una mayoría puede eliminar el antagonismo que se encuentra en idea misma de pueblo.
El pueblo como depositario del poder, no puede resolver por sí mismo el ejercicio de este poder; dicho de otra manera, el pueblo, que es a la vez el origen del gobernante y el sujeto gobernado, precisa de mecanismos para resolver esta transmisión, traducción y transformación, de ser a la vez soberano y gobernado, y allí es donde se precisan otras formas de democracia para ir más allá del mecanismo ficcional de las elecciones. No hay una sola forma de resolver esta transmisión y transformación del sujeto de poder y el destinatario del mismo. Así como no hay una sola temporalidad de las relaciones que se ponen en juego en la democracia.
Las formas, los mecanismos y los niveles institucionales que permiten al pueblo el ejercicio de poder, precisan concebir en la democracia a otras democracias (en plural), pues la sola democracia representativa es insuficiente. Los gobernantes que crean que su legitimidad radicará en la imagen ficcional de un pueblo que los ha elegido, se engañarán a sí mismos, pues el pueblo no es una unidad y no aprender a gestionar la conflictividad que posee el pueblo en su seno (no a eliminarla pues no es posible, por ello me refiero a gestionarla) lo llevará de manera acelerada a una crisis. Si bien todo gobierno llegará a una crisis de poder y legitimidad, lo que está en juego cada vez que elegimos gobernantes son los tiempos de estabilidad que ficcionalmente se les ha otorgado.
(*) Farit Rojas Tudela es docente de Teoría del Derecho y Pluralismo Jurídico. UMSA